FRASES ALQUÍMICAS FUNDAMENTALES


 
Frases, elegidas por VITRIOL, de Maestros Alquimistas Verdaderos:

 “¡La Alquimia es el arte de los artes, es la ciencia por excelencia!” (exclama enfáticamente Calid en el "Libro de las Tres Palabras").
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“No hay sino una piedra, una sola manera de operar, un solo fuego, una sola manera de cocer, para llegar al blanco y al rojo, y todo se ejecuta en un solo vaso” (Avicena: "Declaratio lapidis physici").
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“Ahora, hijo mío, por decirte algo sobre el mercurio de los Filósofos, sabe que cuando tú hayas puesto tu aguardiente con el hombre rojo (que es nuestra Magnesia) y con la mujer blanca, que se denomina blanquísima, y que ellos estén completamente unidos, de suerte que ellos no formen sino un solo cuerpo, es entonces en verdad que tendrás el Mercurio de los filósofos” (Ripley: "Tratado del Mercurio".)
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“Dios nace dentro de nosotros cuando todas las potencias de nuestra alma, que antes estaban atadas y presas, llegan a ser desatadas y libres y se realiza en nuestro fuero íntimo un silencio desprovisto de toda intención y nuestra conciencia ya no nos recrimina; entonces el Padre engendra en nosotros al Hijo. Cuando esto sucede, debemos preservarnos desnudos y libres de todas las imágenes y formas, tal como es Dios, y debemos aceptarnos desnudos, sin semejanza, como Dios es desnudo y libre en Él mismo. Cuando el Padre engendra en nosotros a su Hijo, conocemos al Padre junto con el Hijo, y en los dos, al Espíritu Santo y el espejo de la Santa Trinidad y en él todas las cosas, como son pura nada en Dios… Ahí no existen ni número ni cantidad.” Maestro Eckhart
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“Muchos alquimistas caen en el error, porque no conocen la disposición del fuego que es la clave de la obra, puesto que él disuelve y coagula al mismo tiempo lo que ellos no pueden captar, porque están cegados por su ignorancia” (Raimundo Lulio: "Vade mecun seu de tincturis compendium").
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“Yo no os ordeno sino que cocer, coced al comienzo, coced al medio, coced al final, y no hagáis otra cosa” (Anónimo: "La Turba de los Filósofos").
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“Con qué fin estas llamas violentas, siendo que los Sabios para nada usan carbones ardientes, ni leños inflamados para hacer la obra hermética” (Marco Antonio Crasellame: "La Luz Saliendo por Sí Misma de las Tinieblas").
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Así, por ejemplo, en el "Libro de los siete capítulos", atribuido a Hermes Trismegisto, padre espiritual de la alquimia, se dice: «Mirad, os he revelado lo que estaba escondido: la obra [alquímica] está con vosotros y en vosotros; y porque se halla siempre en vosotros, siempre la tendréis presente, estéis donde estéis, en la tierra o en el mar...»
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Y en la famosa transcripción del “Diálogo del rey moro Calid con el sabio Morien” se dice que el rey preguntó al sabio dónde podía hallarse la cosa que servía para realizar la obra hermética. Morien guardó silencio largo tiempo y, al fin, respondió: «¡Oh, Majestad, voy a confesaros la verdad, y ésta es la de que Dios, en su gran misericordia, ha puesto esta cosa extraordinaria en vos mismo: en dondequiera que estéis, está siempre con vos y de vos no puede separarse...!»
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Citando a Tollius: “Id, marchaos, vosotros que buscáis con extremada aplicación vuestros diversos colores en las redomas de vidrio. Vosotros, que fatigáis mis oídos con vuestro cuervo negro, estáis tan locos como aquel hombre en la antigüedad que tenía la costumbre de aplaudir en el teatro, aunque estuviera solo en él, porque siempre se imaginaba tener ante los ojos algún nuevo espectáculo. Lo mismo hacéis vosotros, cuando, vertiendo lágrimas de gozo, os imagináis que veis en vuestras redomas la blanca paloma, el agua amarilla y el faisán rojo. Id, os digo y alejaos de mí, si buscáis la piedra en una cosa fija; pues ésta no penetrará los cuerpos metálicos más de lo que podría penetrar el cuerpo humano las más solidas murallas.”
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Pontano: “dicho fuego no quema la materia, nada separa de ella, no divide ni aparta las partes puras de las impuras, tal como dicen todos los Filósofos, sino que convierte todo el objeto en pureza... En poco tiempo se realiza y perfecciona."
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Pontano: "Este fuego es mineral, invariable y continuo, no se evapora si no es excitado en exceso; participa del azufre, se toma y proviene, no de la materia, sino de otro lugar. Todo lo rompe, disuelve y congela, igualmente congela y calcina; es difícil de encontrar por la industria y por el Arte. Dicho fuego es compendio y resumen de toda la Obra, sin tomar ninguna otra cosa o por lo menos poco, este mismo fuego se introduce y es de débil ignición; porque con este pequeño fuego se realiza toda la Obra y juntas se hacen todas las requeridas y debidas sublimaciones."
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Pontano: "Este fuego sólo se puede descubrir por la única y profunda meditación del pensamiento"
Pontano: "Se debe tomar la materia con gran diligencia, triturarla físicamente y colocarla en el fuego, es decir, en el horno; pero también hay que conocer el grado y la proporción del fuego. A saber, es preciso que el fuego externo tan sólo excite la materia ; en poco tiempo este fuego, sin manipularlo para nada, ciertamente realizará toda la Obra. Ya que putrifica, corrompe, engendra y perfecciona la obra entera, haciendo aparecer los tres principales colores: el negro, el blanco y el rojo. Y mediante nuestro fuego la medicina se multiplicará, si está conjunta con la materia cruda, no sólo en cantidad sino también en virtud.
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Pontano: Busca, pues, este fuego con todas las fuerzas de tu espíritu y llegarás a la meta que te has propuesto; pues él es quien hace toda la Obra y es la llave de todos los Filósofos, y en sus libros nunca la han revelado. Si piensas muy profundamente en las propiedades de este fuego antes descrito, lo conocerás, pero de otro modo, no."
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Limojon de Saint Didier: en su "Plática de Eudoxio y Pirófilo" es muy explicito: "el fuego natural es un fuego en potencia, que no quema las manos; pero que manifiesta su eficacia por poco que sea excitado por el fuego exterior. Es pues un fuego verdaderamente secreto, al que este Autor llama Vulcano Lunático en el título de su escrito...este fuego misterioso es natural, porque es de la misma naturaleza que la materia Filosófica; el artista, sin embargo, prepara uno y otra."
Limojon de Saint Didier: "este fuego natural es sin embargo una artificiosa invención del artista; que es adecuado para calcinar, disolver y sublimar la Piedra de los Filósofos; y que no hay más que esta clase de fuego en el mundo capaz de producir semejante efecto. Considerad que este fuego es de la naturaleza de la cal, y que no es en modo alguno ajeno en lo que respecta al objeto de la Filosofía. Considerad, en fin, por qué medios enseña Geber a hacer las sublimaciones requeridas por este arte: en cuanto a mí, no puedo hacer más que formular por vos el mismo deseo que formuló otro Filósofo: Sydera Veneri, et corniculatae Dianae tibi propitia sunto. (Que la celestial Venus y la Diana en forma de Luna te sean propicias.)"
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Nicolás Flamel (1330 a 1417), alquimista que se expresa en el lenguaje de su fe cristiana, dice, acerca de la culminación de la «Obra», que ésta «hace bueno al hombre porque de él arranca la raíz de todos los pecados –o sea, la codicia–, haciéndole generoso, manso, piadoso, creyente y temeroso de Dios, por malo que haya sido. Porque desde ahora estará siempre lleno de la gracia y la misericordia que ha recibido de Dios y de la profundidad de sus maravillosas obras».

Artefius, célebre alquimista medieval, escribió: «¿Acaso no se sabe que el nuestro es un arte cabalístico? Con esto quiero decir que se revela sólo de palabra y que está lleno de secretos. Pero tú, pobre insensato, ¿serás lo bastante necio como para creer que nosotros revelamos clara y abiertamente el más grande y más trascendental de todos los secretos, de forma que pudieras tomar nuestras palabras al pie de la letra? Te aseguro en verdad –pues no soy tan celoso como los otros filósofos– que aquel que quiera interpretar de acuerdo con el significado ordinario de las palabras lo que han escrito los otros filósofos -es decir, los otros alquimistas–, se perderá en los pasadizos de un laberinto del que nunca podrá salir, pues le faltará el hilo de Ariadna para orientarse y hallar el camino...»
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Y Sinesio, que vivió en el siglo IV después de Jesucristo, aproximadamente, escribió: «[Los verdaderos alquimistas] se expresan siempre a través de imágenes, figuras y metáforas, para que puedan entenderlos sólo las almas sabias, santas e iluminadas por el saber. Sin embargo, en sus obras han trazado cierto camino y determinada regla, de manera que el sabio pueda entender y, finalmente, lograr, tras algunas pruebas, todo cuanto ellos describen de manera encubierta.»
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Geber, que en su "Summa" hace una recopilación de la alquimia medieval, señala: «No se debe exponer este arte con palabras totalmente oscuras; pero tampoco hay que explicarlo con tanta claridad como para que todos puedan entenderlo. De aquí que lo explique de manera que los sabios puedan entenderlo, aunque a los espíritus medianos les parezca bastante oscuro; por su parte, los necios y los locos no podrán entender absolutamente nada...»
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Se lee en el Anónimo "Triunfo de la Hermética": «La piedra filosofal –con la que pueden convertirse en oro los metales ordinarios– brinda, al que la posee, una larga vida, libre de toda enfermedad, y pone en sus manos más oro y más plata de la que puedan poseer los príncipes más poderosos. Pero este tesoro tiene, sobre todos los demás bienes de la vida, la peculiar ventaja de que aquel que lo posee es completamente feliz; sólo con mirarlo es ya feliz y nunca siente el temor de perderlo.»
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En el "Libro de los siete capítulos" de Hermes se dice: «Con ayuda de Dios omnipotente, esta piedra [filosofal] os librará y preservará de todas las enfermedades, por graves que sean, y os protegerá del dolor y las penalidades y de todo aquello que pueda dañar al cuerpo o al alma. Os conducirá de las tinieblas a la luz; del desierto, al hogar; de la pobreza, a la riqueza.» La ambigüedad de estos pasajes permite entrever el propósito, tantas veces confesado, de enseñar a «los sabios» y confundir a «los necios».
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Puesto que el lenguaje alquímico, pese a su «hermetismo», no fue un invento arbitrario sino que era auténtico, Geber pudo decir, en el apéndice de su célebre "Summa": «Dondequiera que aparentemente hablé de nuestra ciencia con mayor claridad, en realidad me expresé en la forma más oscura, encubriendo el verdadero significado de mis palabras. Y, pese a todo, en ningún momento envolví nuestra obra en alegorías ni enigmas, sino que la describí honestamente, con palabras claras y comprensibles, tal como yo la entiendo y tal como, con ayuda de Dios, la aprendí...»
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Geber dice en el mismo apéndice de su "Summa": «Declaro que en esta Summa no he enseñado nuestra ciencia coordinadamente, sino que la he ido revelando acá y allá en varios capítulos; pues si la hubiera expuesto de forma ordenada y coherente, los mal intencionados, que podrían emplearla para el mal, la entenderían con tanta facilidad como las gentes de buena voluntad...»
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Geber, al referirse a su propio caso, dice: «Al volverme sobre mí mismo y reflexionar sobre el modo y manera en que la Naturaleza produce los metales en el interior de la tierra, reconocí la verdadera materia que la Naturaleza nos ha preparado para que la terminemos sobre la tierra...»
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A este respecto, en el “Diálogo del rey Calid con el monje Morien” se dice: «La base de este arte consiste en que aquel que quiera transmitirlo debe, a su vez, haberlo aprendido de un Maestro... y también es preciso que el Maestro lo haya practicado con frecuencia en presencia de su discípulo... Pues el que conoce con exactitud el orden de la obra y la ha realizado con sus propias manos, no puede compararse con el que sólo la estudió en los libros...»
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 Y el alquimista Denis Zachaire escribe: «Pero, ante todo, quiero que se sepa –por si aún no lo han advertido– que esta filosofía divina no está a merced de los hombres, y mucho menos puede aprenderse en los libros, a no ser que Dios, por obra de su Espíritu Santo, nos la imprima en el corazón o nos la enseñe por boca de un hombre...»
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Un alquimista griego Anónimo del siglo IV de nuestra era, nos ha legado estos preceptos: “El que estudia la ciencia debe, en primer lugar, amar a Dios y a los hombres, ser sobrio, desinteresado, rechazar la mentira, cualquier fraude, cualquier mala acción, cualquier sentimiento de envidia, ser, por último, un sincero y fiel hijo de la santa, consustancial y coeterna Trinidad. El que no posea estas hermosas cualidades, apreciadas por Dios, o no se esfuerce en poseerlas, se engañará a sí mismo; queriendo alcanzar las cosas inaccesibles, no hará más que perjudicarse a sí mismo.”.
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Nos señala en el siglo XIV, Ramón Llull (que escribió el "Codicille alchimique"): “Aquel a quien el secreto del arte le es dado por la gracia, es amado por Dios [...] Movidos por una avaricia tenaz y por amor al oro, algunos se esfuerzan en subir los grados del Magisterio, ignorando los principios del Arte”.
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En "La Gran Obra" de Grillot de Givry: “No obtendrás la Piedra filosofal hasta que no seas perfecto. Y nunca serás perfecto si buscas la Piedra por las riquezas que la acompañan. Así, cuando poseas la Piedra tendrás, fatalmente, por tu misma perfección, un soberano desprecio por las ventajas materiales que te prodigará”.
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Miguel Maier, elevado a conde palatino por su soberano, resume todo el Arte Real en unos cuantos versos: “En el Arte, como en la Trinidad divina, hay tres cosas muy distintas que se hallan unidas por un solo lazo, de tal forma que el fuego más violento no es capaz de separarlas. Estas tres cosas son el Cuerpo Paterno, el Lazo Filial y el Espíritu que, uniéndose a uno y otro, crea entre ellos una apacible consonancia, uniendo los metales de modo que ninguna violencia los puede separar.”
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“La Luz de la Naturaleza está en nosotros y esta Luz es Dios”. Así exclama un apasionado seguidor de Paracelso, el médico Enrique Khunrath (1560-1605).
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"Nadie comprenderá los discursos ocultos, llenos de misterios y de cosas secretas sino por la sabiduría de Dios que los revela". (H. Khunrath, "El anfiteatro de la eterna sabiduría").
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"Porque la sabiduría es mejor que las perlas; nada de lo que desees podrá compararse con ella". ( Proverbios 8, 11).
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"Esto es lo que leemos en los primeros versículos del Génesis, también llamado Libro del Principio, principio del gran Arte ¡desde luego!, pero publicado en este exilio: creación del mundo. Ahí encontramos que: En el principio, Elohim creó  ( Génesis 1, 1), los sabios han leído En sabiduría , Él creó .". (E. d'Hooghvorst, "El hilo de Penélope II")
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"Dios todopoderoso, Eterno, Padre de la luz de quien vienen todos los bienes y todos los dones perfectos, imploro tu misericordia infinita. Déjame conocer tu eterna Sabiduría. Ella es quien rodea tu trono, quien ha creado y hecho, quien conduce y conserva todo. Dígnate enviármela del cielo de tu santuario y del trono de tu gloria para que esté y trabaje en mí, pues ella es la dueña de todas las artes celestes y ocultas, es quien posee la inteligencia y la ciencia de todas las cosas". (N. Flamel, "Plegaria de un alquimista").
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"La tierra, de la cual proviene el pan, pero cuyo interior se transforma como con fuego, es el lugar cuyas piedras son de zafiro y cuyo polvo es de oro. Es una senda que el ave de rapiña no conoce, ni jamás ha mirado el ojo del halcón. Nunca la han pisoteado fieras arrogantes, ni por ella caminó el león. El hombre extiende su mano hacia el pedernal, y trastorna de raíz las montañas. Abre canales en las rocas, y sus ojos ven todo lo preciado. Detiene los ríos en sus fuentes, y hace que lo secreto salga a la luz. Pero, ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Dónde está el lugar del entendimiento?". ( Job 28, 5-12)